O lo que aprendimos al diseñar un mueble que no es para todos
La primera vez que la lanzamos, todavía pensábamos que estábamos presentando…pues una silla.
Una buena silla de comer: segura, estable y bonita. De buen material, evolutiva, funcional. Con su bandeja, su arnés, y todo lo que en teoría (y el check list técnico) debía tener.
Pero lo que no sabíamos —y nadie te advierte cuando diseñas para familias reales— es que esa silla no solo iba a acompañar a los bebés.
También nos iba a acompañar a nosotros.
Sí. Esta silla también nos crió. Como marca, como equipo, como forma de mirar la crianza. Nos ayudó a mirar distinto. A cambiar preguntas y soltar ciertas expectativas que arrastrábamos, incluso sin saberlo.
Pasaron los meses, y las sillas empezaron a llegar a más y más casas. Y con cada entrega, también llegaban los comentarios: ninguno era igual al otro.
Algunas familias nos escribían emocionadas, agradecidas, como si hubieran encontrado justo lo que estaban buscando. “¡Por fin una silla que no parece de hospital!”, decía una mamá. Otra nos contó “no me acomoda que la cabeza de mi bebé no vaya recostada”. Unas amaban que fuera de madera. Otras, sinceramente, la sentían demasiado pesada. Para algunas era firme. Para otras, voluminosa.
Un atributo que para una familia es una ventaja… para otra puede ser una desventaja. Y estas no eran fallas, era solo la vida real.
Fue ahí donde entendimos que no todo lo que funciona para mí, funciona para ti. Y que por más cuidado que pongamos al diseñar, hay cosas que solo se revelan cuando el objeto entra a otra rutina, a otra casa, a otro ritmo.
Así que soltamos la idea de diseñar una silla “para todos”. Y empezamos a hacer algo más honesto: contarla como es. Mostrarla sin adornos. Con sus medidas, sus materiales, sus puntos fuertes. También con lo que puede no encajar.
Si lo que más se valora de Dadácticos es su manera de acompañar, no es porque siempre tengamos la razón. Es porque sostenemos. Y si alguien nos dice: “No es para mí”, lo tomamos como lo que es. Una decisión bien tomada.
No hay pérdida ahí, sólo claridad de que trabajamos para familias reales.
No buscamos fans que nos excusen todo. Buscamos elecciones con sentido.
La nuestra no es una silla perfecta. No tiene por qué serlo.
Pero es una silla pensada en serio.
Desde el principio, la intención fue clara: que dure, que acompañe, que no se vuelva un estorbo decorativo cuando el bebé crezca. Que no sea una de esas piezas que se ven bien en la foto, pero que nadie quiere guardar.
Y si algo nos enorgullece hoy —después de casi dos años de convivir con ella— no es que se venda bien. Es que la hemos seguido afinando sin ansiedad de agradar.
Cada cambio que hicimos tuvo una razón concreta: alguien la usó, nos escribió, nos contó algo que no habíamos visto desde nuestro lugar. Y entonces escuchamos. Ajustamos. Sin necesidad de estar siempre en modo explicación.
Esta silla no nació para estar en Pinterest, nació para habitar en casas reales. Por eso nunca corregimos por seguir tendencias, rediseñamos o ajustamos siempre desde la comunicación post-venta.
Y sí, claro que nos dolió a veces. Nos llegaron mensajes duros, alguien nos dijo: “no me funcionó”.
Y aunque duele, porque uno pone el corazón en cada diseño, también fue eso lo que nos enseñó a crecer y sostener de verdad.
Aceptamos que no la silla es para todos, y eso no la hace menos valiosa. La hace honesta.
Hoy la miramos distinto.
Ya no como un producto que salió al mercado. Sino como una pieza que también nos formó. Ha sido una maestra silenciosa. De esas que no te explican nada, pero te dejan claro todo.
Nos enseñó que acompañar no es hablar más fuerte. Es quedarte aunque no encajes en todas los comedores. Es durar. Aunque otros duren menos y se vean más.
Y por eso decimos que esta silla también nos crió a nosotros. Nos enseñó a no vender por impulso, a confiar en la transparencia (siempre brindamos toda la información posible).
¿Quieres ver si esta silla es para ti?
No vamos a prometerte que sí. Solo te aseguramos que vas a tener todo lo que necesitas para decidir con calma.
Y si no lo es, igual gracias por mirar con atención. Eso también es acompañar.